LEYENDA DE NAYLAMP

 

 

Dicen que me lo dijeron,

que en una barca totora de caballitos de mar

en celo, de cara al cielo, arribaron a la playa

de algarrobos y chilalas.

 

Y los duendes del silencio

aprendieron cada gesto, cada palabra inmortal

en la leyenda más viva de la alborada y el día

que apareciera Naylamp.

 

Y desde entonces, los vientos

mecen en hamacas tibias el regazo de Ceterni,

la princesa más querida, la madre de cada sueño,

la cucula palomar.

 

Centauros de la distancia,

monarcas de azul misterio, morenos de sol y tiempo,

llegaron en un carruaje de rubíes encendidos.

 

Nos enseñaron la lumbre, el tejer en la totora

caballitos para el mar.

Aprendimos de la tierra a socavar sus entrañas

y parirle pedacitos

de leyenda en cada rama.

 

Casi hombres, fueron dioses

y fundaron este pueblo

que me crece entre las venas

una historia que contar

con matices de leyenda

y duendecillos de sal.

 

Arribaron a las playas

esmeralda y cuculí

a crear la nueva estirpe

de Lambayeque y su edad

Naylamp venía con ellos,

Naylamp descorrió la mar

empuñando en su cetro todo el poder de dios,

como una gran tempestad.

Y los duendes del incendio

procrearon en los yuyos

leyendas de sal y arena, historias de mar en vela

con remos de espuma y seda.

Me contaron hace tiempo

que la mar se abrió en el cielo

y del sol aparecieron

Naylamp y su corte real.