HERENCIA
HERENCIA
A Raúl, mi hijo.
No te podré dejar cuando,
decida silenciar la hondonada de mi canto,
alturas qué heredar.
Llevo un racimo de lluvias,
estrellas escondidas en la sombra,
batallas con la muerte y la locura
rompiendo mis arterias
en gritos y candelas.
Hijo mío:
la isla que poseo sólo tiene dos manos
y guarda cuatro velas.
Cuando parta al asombro,
la marea que despeina mi trenza,
te contará que sólo aprendí a decirte poemas,
a tejer con palabras el universo de mi soledad.
No esperes de la lluvia más que aguas y frío,
la daga que me cortará el aliento
no te ha de dar a cambio un papel con parcelas,
un cofre con promesas
o un harapo de luz.
No te podré heredar siquiera el nombre
que inventé para no ser una más,
porque soy una menos, y el olvido
ya rompe sus campanas a volar.