Desde que dijimos NO

Desde que dijimos NO

Poco a poco nos fuimos convirtiendo

en personajes invisibles,

en seres incómodos

postergados a la última butaca

del circo de este cuento.

Desde que dijimos NO

al incesante coro que pregonaba un SÍ

claudicante, ayayay

sin más virtud que un libro de visita,

redonda medalla de oropel y de lisonja.

Nos negaron la voz en minorías,

arrancaron de cuajo las banderas

libertarias, eternas

que fueron tuyas, mías.

Todo lo que juramos frente al río

se lo llevó el agua en un murmullo,

la orilla es traicionera,

menos ala es el mundo

que de los ideales fue testigo

de cargo,

de conciencia.

A solas nos halló la madrugada

predicando a la luz de los altares

todo lo que brotaba

de la verdad y las tonalidades

de azul y de escarlata.

Al margen de las olas,

los aplausos y las genuflexiones,

recibimos al viento en nuestra cara,

la única, la nuestra

desnuda en la mirada del futuro.

Ostracismo y silencio

polarizando todo lo que toca

con su mano invisible,

el tirano del cuento

irreversible de esta mala hora.

Pero existes palabra,

huella en cada camino,

sombra en cada rincón de la esperanza,

todo lo que te nombra

Verdad inalterable, albedrío fugaz

que eres sólo una palabra bonita

a la hora de la hora.

Y los que dijimos NO

nos fuimos, poco a poco, a destiempo,

cerrando las ventanas del exilio,

tornándonos en duendes del grito

a la hora del silencio.

Así, nos convertimos

en seres incómodos

postergados a la última butaca

del circo de este cuento.