Ser porteño en Valparaíso

 

cuento finalista del I Concurso Internacional de Narrativa Breve "Habla de tu aldea"

por Walter William Reed Coleman.

Diez años que no regresaba a Valparaíso. Habría crecido, como yo, me dije. Es posible que Valparaíso se sublime a la distancia y los recuerdos cobren vida eterna. Sus monumentos, testigos de su historia gritan:

— ¡Miradme hijos ingratos! —, reclamando el regreso de los suyos o por lo menos su memoria.

Sus muertos miran al mar por entre los cipreses y los edificios de altura. Nadie parece reclamar su existencia, salvo un niño que simboliza al Todopoderoso. Yo no te veo, aunque cierro mis ojos. Soy un ingrato y me he transformado en una de esas lagartijas negras indignas de ti. En tu ayer, lo señores debían ser poetas. En sus miradores y con la complicidad de la luna y las estrellas, susurraban como Harry Lader, a sus damas, sonrojadas de pasión: “I love a Lassie, a Bonny Bonny Lassie” (“Amo a una Chica, a una linda Chica”), mientras tus ojos los miraban y tu brisa refrescaba sus rostros de gente sufrida, de gente trabajadora, de gente que ama. Tienes aroma a maíz, a uva, a mañana, a zarzamora y a melancolía. Hueles a pan amasado, a vino tinto de tus parras, a empanadas y a tus sopaipillas, como les llamas a aquellos bollos de invierno, Tienes murmullo de guitarras en tus cerros, lluvia que baja, casas y casitas nunca vacías. Las golondrinas de invierno, en las mañanas te dan sus buenos días, y te duermes con ruidos de olas y sientes brazos cálidos en las noches que te abrazan como sombras frescas de sueños y esperanzas de que a ella regreses, algún día. ¡Oh Valparaíso, perdonadme, el ingrato soy yo!

Te había abandonado junto a mis padres, cuando la nebulosa política.

Debo verte de nuevo para tranquilizar mi inquietud espiritual…

— ¿Y qué es ser porteño en Valparaíso? — me preguntaba en horas muertas aquel palmesano que en España conocí, un buen día. No le contestaba, prefería tranquilizar mi inquietud espiritual con el reencuentro y le escribiría desde Chile. Ya en Valparaíso, reviviendo imágenes y recuerdos, desandando pasos, años y distancia, le escribí:

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Walter William Reed Coleman.