la computadora, una herramienta para escritores
Por Ismael Fanlo
A lo largo de su historia, el ser humano ha utilizado múltiples utensilios de escritura; desde la grabación en tablillas de cera o arcilla hasta el uso de lápices, plumas, estilográficas o bolígrafos sobre papel.
Dejando de lado las tecnologías de imprenta, reservadas para la publicación masiva de originales, el escritor no comienza a mecanizar su labor hasta finales de siglo XIX, en que aparecen las máquinas de escribir, cuyo uso no se populariza masivamente hasta el siglo XX.
La irrupción de la computadora personal en la década de los 80's posterga las máquinas de escribir mecánicas o electrónicas al rincón de los cacharros en desuso, superando sus funcionalidades con la capacidad de rápida y cómoda edición de los originales, almacenamiento y duplicación de los mismos o comunicación y envío por medios telemáticos.
Aunque bastantes escritores se aferran al uso de su lápiz, bolígrafo o estilográfica, muchos otros se han dejado seducir por el uso de la tecnología en su actividad.
Sin embargo, hay que ser consciente de los riesgos, pues, en cierta manera, el medio material determina el mensaje. No es la misma obra la que surgirá si escribimos con lápiz y papel que la resultante de usar un procesador de textos en la computadora.
Interrogada una escritora sobre como afectaba a su producción literaria el uso del ordenador, nos decía “... la computadora es ideal para la escritura de relatos, pero soy incapaz de escribir poesía con ella; para la poesía necesito seguir usando lapicero y papel...”
Asumida esta diferencia, procuremos ver en qué manera puede la computadora proveer de herramientas al escritor profesional o aficionado.
Realmente, para la función de escribir sirve cualquier ordenador vetusto. Naturalmente, si tenemos otro tipo de necesidades, como reproducir vídeos o diseñar dibujos en 3D, tendremos que disponer de una computadora actualizada.
Pero el escritor que quiera exclusivamente comenzar a mecanizar su producción literaria no precisa más que cualquier ordenador como los que circulan en el mercado de segunda mano por un precio que puede rondar los 100 euros.
Lo importante no es la máquina. Lo importante es los programas que usaremos con ella.
En un proceso de edición y publicación al estilo tradicional, el escritor se preocupa exclusivamente del contenido, y la editorial (si tiene la suerte de tener una) es la que se encarga de la maquetación, tipografías y demás aspectos relacionados con el formato de la publicación. En un caso así, el escritor tan sólo necesita un editor de textos.
Un editor de textos es un programa que permite escribir y almacenar texto plano, sin ningún tipo de formato. Tal como funcionaban las clásicas máquinas de escribir. A lo mucho el escritor se preocupará de alinear algún párrafo mediante el uso de espacios o tabulaciones, o jugará con el uso de mayúsculas y minúsculas para destacar algún texto.
Un editor de textos también proporcionará ciertas capacidades como las de cortar, copiar y pegar bloques de texto, o las de búsqueda y reemplazo de palabras. En algunos casos, habrá posibilidad de utilizar correctores ortográficos o incluso de configurar los márgenes de la página para el caso de imprimir el documento.
Pero hoy día, el creador literario no tan sólo se preocupa del contenido, sino que también desea tener cierto control sobre la maquetación y formato de su obra. Esto se hace más evidente cuando comprobamos las facilidades de autoedición que el avance tecnológico ha propiciado.
La autoedición constituye la única posibilidad que tienen la gran mayoría de autores para difundir su obra. Además, ni siquiera es preciso imprimir en papel las creaciones para darlas a conocer; el uso del correo electrónico y la facilidad para publicar en Internet propician que una obra acabada pueda circular con toda facilidad.
Llegados a este punto, el tipo de programa que requerimos es un procesador de textos.
Un procesador de textos nos permitirá utilizar diversas tipografías, estilos y tamaños de texto, utilizar colores, enmarcar párrafos, alinearlos o jugar fácilmente con los interlineados y separación entre ellos; asimismo, nos facilitará la creación de listas y enumeraciones, o presentar información de forma tabulada; y también insertar imágenes o dar formato a las páginas, crear encabezados y pies de página, añadir notas al pie o mostrar el texto en columnas.
Existen diferentes procesadores de textos en el mercado; quizás Microsoft Word sea el más popular de ellos, pero Word (y el resto de herramientas que componen el paquete ofimático Office) no está incluido en el sistema operativo que nos llega con la computadora, y hay que adquirirlo aparte, a un precio nada barato. Muchas personas utilizan copias ilegales del programa, pero posiblemente lo hacen por desconocimiento de que existen alternativas potentes y gratuitas al mismo. Por ejemplo, OpenOffice.org, un programa competitivo del Office, sobre el que podemos asegurar que en su faceta de procesador de textos, es notablemente superior a Word y se puede descargar íntegramente desde Internet (además de estar disponible para múltiples sistemas de computación, más allá del popular Windows)
Cuando disponemos de una nueva herramienta, hemos de invertir algún tiempo en aprender su adecuado manejo. Una computadora equipada con un procesador de textos no es ninguna excepción. Sin ese período de aprendizaje es posible que nuestra labor sea menos eficiente de lo que debía.
Por ello dedicaremos sucesivas entregas a entender los conceptos que subyacen en el procesador de textos, y diferentes sugerencias de uso que nos permitirán obtener un resultado óptimo de su uso.
Espero que las encontréis útiles.
Las palabras son tan hermosas como los caballos salvajes; y a veces, igualmente difíciles de acorralar.
Ted Berkman
La vida, corta o larga, no es de uno solamente.
Ciro Alegría
No hables mal del puente hasta haber cruzado el río.
Miguel Tirado Zarco