Barcelona

BARCELONA

I


Una cesta de pájaros

un grito a media calle,

percusión en la luna.

Y la ciudad ensaya el infinito

rito de cada tarde

deshojándose en nardos,

convirtiéndose en noche inevitable.


Un suspiro de volutas azules,

un arrastrar cobijas tras el biombo

de la luz de neón.

Un corazón

a punto de partir a su destino,

a punto de parir un largo grito,

a punto de apagarse con sus fuegos.


Luego enciende la noche sus retretas

y te puedes perder en laberintos

alucinógenos en la estación

del Metro de las diez.


Un tobogán de lento amanecer

del Tibidabo al Mar

donde Colón apunta con el dedo

Baleares invisibles, submundos de cartón

mientras sueña el Dorado con sus Indias

que cada atardecer

le devuelven cadáveres de sueños

y cholitos dispersos de arenal,

pletóricos de vientos ,

risas tardías y cañaveral.



Así es Barcelona, una leona tibia

dormitando montañas frente al mar.

Un mosaico de luces y de sombras,

una brisa.

Una casa vacía de inútiles espejos

donde sacar a pasear al perro

que nos aúlla en el corazón.







II



Sigue la calle arriba

persiguiéndose a solas

desde la mar cobalto,

agobiada de encanto

hacia un cielo en el cielo.


Es una rampa tibia

devolviendo reflejos a la tarde,

las miradas fugaces,

las historias furtivas , sus eternos viajeros.


Rueda la calle abajo

cual moneda encendida,

una mujer preñada de agua dulce

es la vieja ciudad abierta en cruces,

retazo de chaflanes conquistando

las dos calles de un ático venciendo

la gravedad azul.





III


Baraja mi destino, me descubre

un lunar de pañuelos

tendido al sol y al viento;

soy parte del paisaje

con estos ojos ciegos.


Y dos manos morenas

me recuedo quién soy

¿Quién soy? Una viandante,

un cucurucho espumando la tarde,

enfriando el verano de sus calles.


Es la tarde encendida

la magia de las Ramblas,

infinitas estatuas

de carne, sal y hambre.