algunos villancicos

ALGUNOS VILLANCICOS

 

Dicen que nacerá mi niño

en alta mar un día de Diciembre

bajo una estrella rota por las olas

y la voz de su madre

pariéndole al destierro.

Cuentan que por este año

no nacerá en el frío pesebre,

ni habrá tres reyes magos

inventándole inciensos y belenes.

Le traerán al mundo envejecido

de tanta Navidad y su quimera

las manos más oscuras de la tierra,

el vientre más doloroso de exilio.

Y la nada plena en sus horizontes,

acunará su cuerpecito tibio,

mi niño Jesús negro.

En un cayuco lento de agonías

le parirá su madre desde lejos

y los hombres que partieron con ella

izarán cual banderas los pañuelos,

llenitos de plegarias

que no escucha ningún cielo.

Algunos villancicos

me quedan en el alma por decir

al niño que arribará la noche

de este lento Diciembre

pleno de fuegos fatuos,

escarchas y belenes.

 

 

 

 

 

HABRA OTRA NAVIDAD

 

Habrá otra Navidad

en las afueras de mi piel en rama,

de mis cabellos cortados al sesgo

del capricho del viento en la montaña.

¡ Habrá otra Navidad, y yo tan lejos !

Esquiva Navidad, en que los duendes,

chamanes invisibles,

arden conjuros nuevos,

ofrendas de luciérnagas en celo

al niño que naciendo nos redime.

¡ Habrá otra Navidad, y yo tan triste !

En un sendero tibio de algarrobos

la luna lucirá toda su azúcar,

tonderos de llorar, mis cholos,

bebiéndose la chicha de los tiempos,

danzando con la luna

el breve nacimiento de Jesús.

¡ Habrá otra Navidad, y yo tan sola !

Intentando cantarle

un yaraví a la noche de Diciembre,

juntando en mis manos encallecidas

huayruros en su sangre,

chaquiras en su arcilla,

montañas en sus lluvias.

Y en este villancico solitario

intentaré evadirme del naufragio,

me colgaré del árbol del recuerdo

un diapazón erguido de guitarra,

la voz recién nacida del pinkuyo,

azules ocarinas, la fuga de un festejo.

¡ Habrá otra Navidad, y yo tan lejos !

 

 

 

 

 

TRAIGANME REYES

 

Tráiganme reyes un duende

repleto de calcetines,

un rosco de miel y frutas

y todo lo que me debes

desde siempre, Navidad.

Hay nochebuena en mi pecho

y en mi voz un villancico,

guirnaldas en mis ojitos,

oración en mi silencio;

dentro de un niño, otro niño.

El nació pobre y rebelde

como la yerba del campo,

como yo, se levantaba

con el alba en cada cielo

y se inventaba la historia

del mundo, para querernos.

Mándenme reyes un poco

de carbón para el invierno,

sé que soy un niño bueno

pero no es suficiente

para merecer el premio

de una vida diferente.

Tráiganme dos calcetines

repletos de duendes nuevos

para soñar los festines

que nos promete tu cielo.

 

 

 

 

 

 

 

MI NAVIDAD

Mi Navidad en el exilio

es una rosa de los vientos,

violines de papel, pañuelos,

el destino

cruzándose conmigo,

vistiéndome de invierno,

viajando en una estrella de otro cielo.

Bebo a sorbos las calles

de este tiempo

con mi paquete roto de guirnaldas

y mi luna cual tornasol espejo;

regalo de unos reyes

despojados, mendigos de sí mismos,

tristísimos, viajando en el silencio.

Mi Navidad en el Mediterráneo

azul y azul, donde me vine a recalar

estos pasos hundidos en la nada,

es una copa húmeda de cielo;

estrellitas de arenas en mis manos,

abalorios de luces y recuerdos

llegándome de lejos.

Un pesebre durmiendo en otra historia

naciendo en esta noche de Diciembre,

el cuento sin final que me cantaba

mamá, desde su voz que dulce viene

trayéndome el ayer en su palabra.

Mi Navidad en la distancia

es la misma, pero ya no me invita

a besarle las manos escarchadas

porque no tengo cantos que ofrecerle

a esta rosa vencida por los vientos

a estas calles ajenas del invierno,

a este mar, a este cielo

de otro cielo.

 

 

 

 

 

 

 

EL CIELO

 

El cielo es una botella

plena de estrellitas altas,

es el arca de Diciembre

con su cargamento de alas

para volar en su huella.

Y este niño de mi cuento

buscaba la Navidad

en los calcetines viejos,

arrugados de parchar

su infancia en la orfandad.

A la casa de los niños

no llegan viejos con bolsas

repletas de campanadas,

ni juguetes, ni sonajas

ni azúcar de Navidad.

Sólo una camiseta

y calcetines de lino

para arder con el verano,

le trajeron a mi niño

los austeros reyes magos.

Y el cielo se desparrama

como una botella rota,

hay estrellas a millones

de años de sus escaleras

que sólo llegan al techo.

Donde cada telaraña

les propicia un nuevo cuento,

un duérmete cielo mío

que es tu madre quien te canta,

desde lejos, desde lejos.

 

 

 

 

 

 

LA NAVIDAD SIN MI

 

Sin mí la Navidad en aquel puerto

es la misma de siempre

porque nada nos cambia

aunque hoy estemos lejos.

Salobre, pertinaz en su fragancia,

el fruto del destierro

y las calles doradas de guirnaldas

nos miran cual espejos.

Llevamos paso amargo en cada estela

de la mar en silencio

y no tenemos villancico alguno

que acalle los recuerdos.

Porque allá, en nuestro pueblo

aún existes vieja Navidad

con tus cholitos descalzos creciendo

sin juguete ni cuento.

Y aún la Navidad

es aquel cumpleaños de Jesús,

la noche de nacer con él y hablar

junto al fuego de los que ya no están.

De los muertos y los que se marcharon

dejándonos llenito

de huecos el rincón junto al altar

de añoranzas y cantos.

De mí que ya no vivo

junto a la mar que ayer me supo amar,

de la mar que yo amé y que persigo

a cada ola de este tiempo en ascuas,

a cada campanita de cristal.