la tierra, la naturaleza y el medio ambiente
por Rogelio Garrido Montañana.
Desde que San Juan de la Cruz, entrañable poeta de alta inspiración mística, escribiera en su “Cántico Espiritual” estos alados versos: “¡Oh bosques y espesuras / plantados por la mano del Amado, / oh prado de verduras, / de flores esmaltado...” “Mi Amado, las montañas, / los valles solitarios, nemorosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos, / el silbo de los aires amorosos...” ¡Desde entonces ha pasado la friolera de más de 400 años!
Y desde que otro místico poeta, el santo “poverello” Francisco de Asís, escribiera sus emocionados versos cantando a la Hermana Agua y al Hermano Aire que respiramos, a los árboles, ríos, pájaros y peces, al sol y a la luna, también han transcurrido unas cuantas centurias. Ellos cantaron a los elementos de la Naturaleza cuando aún se vivía recurriendo a ella pero sin forzarla, sin abusar de sus dones, respetando sus ciclos de crecimiento y renovación...
Todo lo contrario de ahora, cuando se la ensucia y mixtifica, se recorta su “hábitat” condenando al desamparo sus variadas especies de aves y animales que conviven en su seno en admirable hermandad. Y no solo se la profana y mutila, ¡hasta la queman con devastadores fuegos como si fuera culpable, como antaño condenaron a sucumbir en la hoguera a hombres preclaros e inocentes mujeres, tras haberles torturado!
No os extrañe que los mineros, que se adentran en la Tierra para extraerles cuidadosamente sus tesoros en beneficio de la Humanidad, sean los que más admiran la estructura interna de nuestro Planeta, los que más conciencia tienen de que la Tierra es un elemento vivo y hay que tomar lo que nos ofrece “pero en la medida en que nos brinda su ofrenda”, no destruyéndola ni agotándola hasta el límite de su capacidad reproductora. Y cuando salen a la superficie, son los que más se indignan y entristecen; porque en contraste a como ellos tratan su naturaleza interior, hay otros que insensibles a su naturaleza exterior, -su prodigiosa y fértil epidermis-, la mutilan, la impurifican y la van reduciendo a la mínima expresión, en aras de su máximo beneficio y peculio. ¡Así, a la brava, sin conciencia, porque en ellos solo prima el “homo económicus”, y su pasión por el vil metal es insaciable!
Ya es hora, -y vamos contra reloj-, de darnos cuenta de que el clima, la geografía, la flora y la fauna, en suma la Naturaleza con la que convivimos y de la que vivimos, ha influído en el desarrollo y progreso de los seres humanos, es parte de nuestra cultura, y debe ser tratada y cultivada con cuantas técnicas y artes se precisen, pero con ética, con respeto y con amor.
Por tanto, respetar el “Medio Ambiente” y favorecerlo en nuestro legítimo provecho, supone conjuntar las medidas y factores externos al individuo, capaces de influir benéficamente en los mares, rios, bosques, prados y montañas, en los terrenos de cultivo, en el aire que respiramos y dondequiera que la Naturaleza asiente sus reales, para que la comunidad planetaria humana mejore sensiblemente. Y esta tarea no la hemos de delegar en éste o aquel organismo y desentendernos, -que es la postura más cómoda-, es también tarea de “fuenteovejuna, todos a una”; quiero decir que nos hemos de implicar desde el seno familiar y las aulas de enseñanza, hasta en cada uno, personal y amorosamente. Con leyes y justas medidas y supervisión para que se cumplan so pena de multas y castigos, algo o mucho se puede hacer, pero no es suficiente. Porque hay mil ardides y sutiles trampas para burlar tales leyes y normativas, y por desgracia a algunos controladores “in situ” les tientan los sobornos. Pero con arraigadas convicciones de todos y de cada uno, con renovados sentimientos de amor a la Naturaleza, fruto de una educación humanista, y de una pedagogía que tenga en cuenta no solo la formación física y de la mente sino también la del espíritu, ¡el remedio, el deseado equilibrio entre la Naturaleza y nosotros será una gratificante experiencia, y una paz y seguridad a escala mundial!
Necesitamos vivir, pensar y actuar, con visiones de altura, no con rastreras miopías egoístas; con la perspectiva del bien común, no con el imperativo del “hago lo que sea con tal de que me resulte rentable”. La Naturaleza es parte de la Vida como lo somos cada uno de nosotros. Los tres reinos, mineral, vegetal y animal, están esencialmente tan entreverados, son tan interdependientes, que el ataque inconsiderado a una parte repercute en el todo. Ello nos obliga a conocer el “Medio-Ambiente” en el que nos movemos. De lo contrario, el desconocimiento del mismo, la despreocupación y el solapado oportunismo, lo convertirán en un bumerang que se volverá en contra de nosotros, de nuestra generación y la venidera; porque, como decía el célebre escritor escocés Thomas Carlyle, “la Naturaleza no tolera las mentiras”. Que es lo que en buena parte ya está ocurriendo, a pesar de nuestras quejas y lamentos, de nuestro chirriar de dientes y de los apresurados e inútiles remedios que solo están hechos de buenos deseos.
La Tierra es nuestro hogar, la Naturaleza es nuestra despensa y medicina, y el aire que respiramos contiene oxígeno que es nuestro alimento primario, el de los animales de cualquier especie y los vegetales. Pero la Naturaleza, -con sus órganos vitales: aire, agua, flora y fauna-, es actualmente “un paciente en estado grave”. ¿Cuáles son sus síntomas? Tiene contaminado el aire, -el deterioro de la capa de ozono es preocupante-, impurificada y en parte envenenada el agua, la temperatura elevada el pulso débil y su energía vital depauperada. ¿Cuáles son las causas? Las talas sin escrúpulo de árboles centenarios; la progresiva e indiscriminada deforestación de selvas tropicales y bosques, con su merma de capacidad para absorber el dióxido de carbono, y el consiguiente calentamiento global; la aniquilación de extensas zonas verdes para edificar en ellas viviendas y complejos turísticos, que a sus promotores les rentan beneficios millonarios; la pesca masiva en mares y océanos con medios prohibidos que exterminan las especies marinas; las cazas furtivas de animales y especies autóctonas que benefician a la Naturaleza en su hábitat; y los residuos tóxicos, (incluso a veces elementos radiactivos) y basuras que arrastran las pacientes vías fluviales.
He aquí todo lo que principalmente afecta al “Medio Ambiente” y atenta contra los ecosistemas. Pero tengamos conciencia de ello o no, lo cierto es que la degeneración del “Medio Ambiente” afecta a casi toda la humanidad, respiratoria y climáticamente, y con otras secuelas que perjudican su salud integral. Es cierto que la “Unesco”, la organización “Greenpeace” y el “Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente”, han salido en defensa de la Tierra y la conservación de la Naturaleza, y difunden razonables consideraciones, certeros informes y eficaces mensajes para concienciar a la población mundial. Los medios de comunicación, haciéndose eco de lo mismo, también nos alertan. Pero mientras la mayoría sigan creyendo que exageran, que no hay para tanto, y que mientras a ellos no les afecte no hay que tomárselo tan a pecho, ¡estamos archivando en papel mojado los dramáticos avisos, ahuyentando los remedios y desterrando las soluciones!
Las montañas, las selvas, los bosques, praderas, los páramos, y los terrenos destinados al cultivo tanto de secano como de regadío, la inmensa capa atmosférica que los envuelve y los manantiales, lagos y ríos que los bañan y nutren, -la Naturaleza en sus múltiples manifestaciones-, no existen para brindarnos solamente paisajes idílicos, gratos olores y colores de exuberante belleza: también y sobre todo nos brindan elementos, frutos, y recursos esenciales para nuestra subsistencia y bienestar. Siendo pues la Tierra nuestro hogar, y la Naturaleza nuestra aliada para nuestra subsistencia y bienestar, ¿cuándo daremos un “salto cualitativo” que nos convierta, de irresponsables depredadores en sus protectores y defensores? “La Naturaleza es el trono exterior de la magnificencia divina”, se atrevió a decir el célebre naturalista francés Buffón. Y amén de sus beneficios, nos enseña a comportarnos en fraternal convivencia, como lo advirtió el conocido poeta y ensayista norteamericano Ralph Waldo Emerson, que lo expresó así: “La Naturaleza trabaja siguiendo un método basado en todos para uno y uno para todos”. Incluso actúa benéficamente en nuestra salud psíquica y mental. ¿Quién tras una nefasta discusión, una alteración nerviosa o un conato de depresión, un bajón de ánimo o una melancolía, no se ha sentido aliviado y ha recuperado la calma, cambiando su traumático escenario interior por la serena contemplación del monte, o en un remanso esmaltado de plantas y flores, adentrándose en un tranquilo bosque, o al pie, en la ladera o en la cumbre de una montaña, junto a un lago sereno, a la orilla de un río viendo fluir su plácido elemento líquido, recostado en la arena frente al insondable mar, o a la vera de un manantial? Dejadme a este respecto y a título personal que os incluya parte de una cita de mi obra “El Poder del Masaje”: “Sumérgete en la Naturaleza y participa del gran banquete cósmico. La Naturaleza... Hipócrates y Galeno, Paracelso y Mesmer, eminentes médicos e investigadores de todas las épocas nos la han recomendado. La cantan los artistas, la interpretan los filósofos y la viven -interiorizándose en ella- los que tienen raigambre mística... Siempre que se trate de la Naturaleza, confíate a ella. Si estás atento a sus múltiples voces y sabes interpretarlas, alcanzarás sabiduría”.
Y para concluir esta breve disertación a la que nos ha llevado el “Medio Ambiente”, volveré al símil de la mina. Los mineros se adentran en la Tierra, y para ellos los túneles y pasadizos interiores silenciosos y envueltos en penumbra, que de trecho en trecho iluminan, son a manera de santuarios; sus técnicas de extracción son un ritual en el que ofician con su aprendida liturgia laboral, en beneficio de la Humanidad. Y en infame contraste con su benemérita tarea en equipo, hay criminales y asesinos que se dedican a perforar la Tierra para esconder en su seno “minas mortíferas” que al pisarlas por descuido, mutilan y matan a inocentes criaturas. Entre los primeros, honorables y pacíficos, y los segundos, indignos y culpables, media un abismo infernal. El “Medio Ambiente” nos está suplicando comprensión y amor...
¡Paz a todas las personas de cualquier credo, raza, cultura y condición, de buena voluntad!
Este artículo fue galardonado con el Primer Premio por el Concurso Literario sobre el “Medio Ambiente”, patrocinado por la Empresa “Puerto Blanco” de Santillana, y organizado por el periódico “Granada Costa”, el pasado 15 de Enero, siendo el representante del jurado el escritor y Gerente de “Puerto Blanco”, Manuel Rodríguez. (Nota de la Redacción)