si chura

Mi sangre es un recuerdo

de besos en la tierra”


José García Nieto

 

 

 

La Mujer murió pariendo. Ai-Apaec reclamó el encargo de su cuerpo robusto, fecundo de otra vida, urdido en las lluvias de arenal. El niño moriría antes que ella, con el cordón atado a su garganta, envenenando el tedio de la hora. Antaras de la tarde incendiaron de algarrobos la comarca. La Mujer murió en su ley: murió pariendo.

Redondita en su cántaro de arcilla cincelada con besos, cual su nombre prohibido, pregonando los vientos a la hora de morirse pariendo. Ojo de Luna, el nombre que Ai-Apaec negara pronunciar antes del luto. Mujer de arcilla roja, la Mujer, prieta después del horno fraguador de su destino, inmortal poco antes de la muerte, fue pariendo despacito un niño roto, con el llanto sin luz y los ojos sin voces. Carcancha pecadora, la Mujer con el vientre desnudo, repitió un grito largo ...

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Disponible, en versión impresa y PDF en estas mismas páginas.