Serafina Culpe
SERAFINA CULPE
"Ahí, para vivir,
es necesario ser árbol o bandera."
Elio Otiniano Mauricci
El humo precipita sus corceles de fuego y es casi irrespirable la noche de conjuros, la hora de lamentos. Los viejos, tan cansados de vivir a destajo, cubren con su agonía el cuerpo de la pequeña Serafina. Y las llamas acarician con sus lenguas de muerte, dos sombras abrazadas, abrasadas. Detrás de la choza erguida en flama, hacia abajo el barranco es tan sólo una boca de amarga y negra bruma. Serafina se aferra a la última gota de cordura y estalla. Cuesta abajo se pierde. En la noche, la noche es una tea roja, dos alaridos cortan las esquirlas, yace la muerte a solas en la ceniza húmeda del rito. Y cuando todo queda consumado, los hombres y mujeres del pueblo de Cachiche se alejan en silencio, se pierden en sus casas, al amparo de los remordimientos que empezarán entonces a erosionarles la piel y los huesos.
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